12.2.12

Carlos (un ser humano de Guatemala)


A Carlos lo conocí en un crucero de Guadalajara, cerca de las vías del tren; estaba pidiendo dinero para seguir su viaje hacia Estados Unidos, el cual comenzó en su natal Guatemala. El día estaba frío y con un poco de lluvia. Me acerqué y le ofrecí un café, el cual aceptó serio. Tenía la postura triste y cansada, además de una notoria enfermedad en un ojo, de la cual no le pregunté y él tampoco me habló.

Carlos forma parte de los más de 1.6 millones de Guatemaltecos que han dejado su país en los últimos 30 años.

Comenzamos a platicar, me dijo que era su primer viaje a Estados Unidos en búsqueda de una mejor oportunidad para salir adelante, como la de miles de inmigrantes que lo hacen año con año. 

Nunca dejó de comportarse desconfiado.

Me dijo que no viajaba solo, viene acompañado por un amigo que en ese momento no sabía dónde estaba. Sus pertenencias se reducían a una cobija para taparse el frío que provoca el viajar en un tren carguero, una mochila, una botella de agua  muy maltratada y un bote con unas frituras que parecían "churrumais".

No sabe cuántos kilómetros ha viajado ni qué tan lejos se encuentra de su país.

Carlos tiene cinco hijos que viven en Guatemala y según sus palabras, le salieron corriditos"como escalera". Su principal preocupación es darles de comer a todos, por eso tomó la decisión de dejar su país, porque en su trabajo de ayudante de carpintero no gana lo suficiente para mantener a su familia. 

- ¿Qué otras alternativas buscaste?- le pregunté, a lo que me respondió que no había de otra, él está muy seguro que la salida está en "elotrolado".

La lluvia comenzó a ponerse dura, así que lo invité a resguardarnos en un Oxxo cercano, a lo cual accedió, pero se arrepintió al ver que ahí habían varios policías tomando el café: 

-pa´ que le buscamos hermano, mejor aquí nos quedamos, no vaya a ser que se me echen encima- me dijo tranquilo, y nos quedamos en el camellón, mojándonos. 

Contrario a lo que pude imaginar, Carlos no ha tenido roces con las autoridades mexicanas, pero sabe que en cualquier momento puede pasar y está consciente de que lo mejor que puede hacer es no correr y dejar que lo revisen, -las de perder las llevo yo hermano- me comenta resignado.

-¿A qué le tienes miedo?- le pregunté a secas tratando de entender su postura triste y desconfiada, pero para Carlos el miedo no es opción, así que mejor no piensa en eso, la vida se tiene que enfrentar y ya lo demás lo deja a la buena de Dios, en quien confía totalmente. 

No me quiso decir su edad ni su apellido.

Su próxima parada está en Tijuana, en donde vive la mamá de su mamá, es decir, su abuela, la cual ya los espera. De ahí va a tratar de cruzar a Estados Unidos.

No quise hablar de todos los peligros que corre, ni del narco, ni de la migra, ni del desierto ni de toda esa mierda que tienen que enfrentar todos los que buscan el "sueño americano", entendí perfectamente que él los tenía muy claros...



Me dejó tomarle sólo una foto. 


Me pidió que no nos olvidemos de ellos.


Paco Zendejas